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Ghost. We're all haunted here.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Cartas que nunca redacté. (I)

Te escribiría algo profundo y con significado
pero las palabras se me secan en cuanto intento entrar un poco más.
Tengo la mente tan entumecida como las manos,
pero respiro humo y
te sonríen mis dientes afilados.

(Creo que de momento es 
suficiente.)


martes, 3 de diciembre de 2013

Metiste tu veneno en una botella que se te olvidó cerrar

(y yo me lo bebí)

Tú te acuerdas del precipicio porque lo tenías clavado dentro, y porque no sabías qué era lo que había al fondo. Lo que sí sabías era lo que había al otro lado del acantilado.

Todas tus heridas abiertas se habían refugiado ahí, donde no podías cerrarlas porque no encontrabas el puente de tablas que te permitiría cruzar sin caerte a tu propia balsa de desconocimiento. Te acuerdas de tu precipicio brumoso, de la niebla y de la oscuridad, de la metáfora de tu propia ignorancia, pero no te acuerdas de que el puente lo cortaste tú.

Tú te acuerdas, pero es que has crecido y te crees que no lo sé. Siempre has sabido fingir que no sabes de qué hablo, a bailar con una sonrisa en los labios delante de una niña de ojos grandes y mirada inquieta que bebía de todo lo que le enseñabas. El problema es que también aprendí a quedarme con lo que no me estabas enseñando. Yo me acuerdo de tu precipicio porque fue una herencia más, como la cafetera de metal y los cojines raídos del sofá.

Me lo pasaste y me lo clavé dentro, entre la mirada enorme e hiperactiva que me gustaría pensar que me diste tú. No puedo pensarlo porque ya no sé pensar mentiras.

No te creías muy listo, pero sí creías que lo eras más que yo. El diablo sabe más por viejo que por diablo, pero yo fui tu aprendiz de demonio personal. Me pasaste tus ideas sobre tu revolución pero no me preparaste para la que tenía que vivir yo. Me enseñaste a navegar, sí, pero me diste un mapa equivocado. Me regalaste un sentimiento de abandono que no tenía que sentir todavía.

El problema es que fue sin querer y no puedo guardarte ningún rencor. 
Todavía me sé los himnos que me enseñaste sin pretenderlo. Los canto con la voz aguda que siempre te gustó y nunca sacaba cuando canto con el resto de herederos de vuestras ruinas.

¿Sabes qué? Son como yo. Son como tú, como los tuyos, como los vuestros. Damos pena. Somos vintage. Qué asco. 
Por lo menos no estamos de moda. 

Corté las cuerdas de mi puente y estoy dejando que se me infecten las heridas, porque la gangrena se me va a quedar dentro. Creceré y no seré como tú. Seré peor, porque soy de los que van a peor. Eres casi la mejor persona del mundo, y no quieres que tire mis zapatos de niña mayor por el precipicio. Ya lo hice. 

No soy como tú, nunca del todo. Es el destino quien reparte las cartas.
Vosotros me enseñasteis a querer robar la baraja.