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Ghost. We're all haunted here.

martes, 19 de febrero de 2013

Primer movimiento

didascalia
(1.f. Enseñanza, instrucción.)



Zumbido. La cámara sólo muestra ruido. Poco a poco se va enfocando. Son cinco. Ella lleva la falda muy corta, los labios maquillados. Verde flúor. Rizos atardecer furioso. Él, pantalón largo, hombro tatuado, no sonríe. Nube de humo, de la boca verde a la cara contraída. Clamor calmo de tormenta ácida en el aire. Colina vieja, césped amarillo. Alfombrado de botellas rotas, deshechos metálicos y jeringuillas vacías. Descapotable robado. Humo sobre el rostro de Él. Tirabuzones naranjas girándose hacia la derecha. Tres ríen en el asiento de atrás. Zumbido, la imagen se pierde un segundo. Él está enfadado, Ella se ríe, Dos corean las carcajadas. Crescendo de gritos de avispas. Medianoche de malos augurios. Zumbido. Movimiento tenue de Uno. Mirada directa por encima de los hombros, negra pupila que se dilata. Reconocimiento. Afirmativo. Zumbido. Fin de la conexión. 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Te voy a doler.

Había llegado envuelta en sombras y vestida de negro porque era la forma más glamourosa y terrible que se le había ocurrido aquella misma mañana, entre sorbo y sorbo de café solo. Había llegado pisando fuerte y el eco de sus tacones había resonado en un pasillo demasiado angosto. Llevaba tacones altos, ella. Y andaba sin pausa, pero sin prisa. Nunca tenía prisa. Siempre la esperaban.

El mundo entero la esperaba.

Era todos los pasos en falso que llevaban a las peores consecuencias. Bailaba sobre el dolor. Entendía de fantasmas mejor que nadie, porque ella misma estaba a medio dibujar. Siempre lo estuvo. Buscaba secretos entre las grietas de la gente y los encontraba. Era la peor niña mimada de todas, una bomba a la que aún le quedaba por estallar. Hubiera estallado una y mil veces. Algunos contaban que ya había estallado en pedazos había mucho tiempo. Algunos decían que aquello era lo que quedaba.

Dylan temía que no fuera verdad.

Dylan tenía razón.

Llegó a media tarde y ni siquiera saludó. Tenía el pelo negro como el tizón, y los ojos que devolvían frío a las miradas curiosas eran hielo. Se lavó la sangre de las manos sin pronunciar palabra, mientras se preguntaba quién demonios había limpiado aquel baño y por qué se creía que aquello era limpiar. No sonreía. Tardaron mucho en verla sonreír. Tenía parte del corazón en otro sitio. La otra mitad estaba congelada. Entendía de medias tintas y sabía disolverlas. Sacaba de quicio a cualquiera sólo porque le divertía. Había matado a alguien antes de llegar y nadie se atrevió a hacerle preguntas.

La última medida desesperada de la Central se secó las manos y a Delilah le entró frío nada más sentir sus ojos. Hubo un momento en el que nadie respiró, salvo ella. A veces le pasaba. Todos tenían un poco de miedo. La última medida desesperada de la Central iba a dolerles. Todos lo sabían. Ella lo sabía. Se oyó un carraspe, el mundo intentó volver a destensarse. Louie se levantó, todo cicatrices sonrientes y ojos burlones, a ofrecerle un café y un beso en la mejilla. ¿Se conocían? Se conocían.

-Hace mucho que no nos veíamos, Snooks. 

sábado, 2 de febrero de 2013

¿Un consejo?

Esquivaba el acero de su mirada ocultándolo tras una cortina de humo. Literalmente, porque nunca paraba de fumar. Normalmente eran cigarros. Otras veces no podía más.

No se miraba al espejo porque nunca se enfrentaría a sí mismo. Los ojos eran azules y no se peinaba ni aunque fuera bajo amenaza. Tenía la nariz rota y la sonrisa torcida, pero eso eran historias viejas y las tenía guardadas en un cajón.

Cicatrices en la cara, le alargaban la sonrisa. Eran dos, simétricas y tétricas. A él no le daban miedo. Decían que también le faltaba un dedo. Pero ésa parecía otra vieja historia.

Era inestable. No decía la verdad, pero era sincero. Dos caras de una misma moneda y, cuando quería, el canto también. Tocaba la guitarra. Nadie se fiaba de él y él sabía los secretos de todos. Todo el mundo le debía un favor. Lo sabía. Lo sabía todo.

Se metía en tu cabeza. Tanto si ibas prevenido como si no. La precaución no le llegaba a la suela de los zapatos.

(iba descalzo)

Para no ser nadie, se le daba bien destacar. Para ser alguien, se le daba bien disimular. Era imbécil. Nadie sabía nada de él. Una vez le ofreció un consejo, acompañando al cigarro. Eran las cinco de la mañana, faltaba media hora para que a ella le apeteciera un café. La invitó a eso también. Sin azúcar. Él bebía té. Dijo que sabía alquitrán.

-No confíes en mí, Delilah. -Le susurró, justo cuando se acababa la quinta campanada del reloj del ayuntamiento y ella se encendía el cigarrillo.

Todo el mundo le llamaba Louie. A Delilah siempre le pareció que Caos quedaba mucho mejor.


(sólo venía a decir que he vuelto. Hola. Soy An.)