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Ghost. We're all haunted here.

viernes, 19 de julio de 2013

Cáete nada más llegar a tu destino, lidera revoluciones.

A Corina Rina Bourbon la llamaban la nueva Cassidy Cassidy. Era una explosión. Se reía muy alto y en la primera foto suya que se había hecho viral llevaba el pelo teñido de naranja. Algunos decían que había sido culpa de Freek Vinter. Y, por supuesto, había sido culpa de Freek Vinter.

A Cassidy Cassidy, que sabía que había sido una moda y una cara bonita, que sabía que, digan lo que digan las películas, los iconos no duran, todo el asunto le hacía mucha gracia. Por supuesto. Rina era mucho más guapa, que era lo que contaba. Mucho más inútil, pero eso ni interesaba ni lo sabía nadie.

Gato, por supuesto, no tenía ni idea. Sabía quién era Rina Bourbon, pero a los gatos nadie les cuenta los entresijos de los demás y él estaba demasiado ocupado con sus tejados como para que le interesaran. Rina lo sabía porque había tenido internet. Le gustaba un poco. Rina Bourbon, la nueva Cassidy Cassidy.

Nadie la comparaba nunca con su hermana. Normal.

Oona Bourbon se había tomado todos y cada uno de los fines del mundo como unas vacaciones. Podría sonar cínico pero a ella y a su cazadora llena de remaches les daba enteramente lo mismo. A Oona Bourbon le habían dado una medalla una vez y había acabado empleándola como chincheta para colgar una lista de la compra que era siempre igual, palomitas, whiskey, tabaco y café. Todos querían a Oona Bourbon porque la necesitaban y ella aún no estaba segura de haber luchado en el bando correcto, cinco años después.

Era la mejor amiga de Cassidy Cassidy. Las primeras revueltas la habían cogido donde estaba por casualidad. Mandaba bien.

Nadie se atrevería nunca a comparar a las hermanas Bourbon.

Cuando Rina y Gato llegaron a La Casa, Gato no sabía nada de esto y Rina se cayó por las escaleras. Mientras la ayudaba a levantarse, Oona apareció en la puerta y mordió una sonrisa mientras comentaba que

-Eso es una metáfora de tu vida, hermanita.

jueves, 11 de julio de 2013

Your hair is on fire, you must have lost your wits, yeah?

All the other kids with the pumped up kicks,You better run, better run, outrun my gun.All the other kids with the pumped up kicks,
You better run, better run, faster than my bullet.

Las noticias zumban en el televisor mientras Gabe se pregunta si con unos cuantos años más él no hubiera sido uno de esos niños con una pistola. Tiene la capucha calada pese a estar dentro de casa y las mejillas húmedas, los ojos aguamarina enrojecidos.

No tiene manos para liarse un porro, ni valor para ir al cuarto de su mejor amigo.

Y aún así, entiende el navajazo. Hay gente que defiende lo suyo como un verdadero león, y él no debería meterse con ellos. Gabe sabe de normas y aprende rápido. No sabe bien de golpes que se devuelven, así que lo archiva, lo archiva todo.

Una madre llora por su hijo y él sabe que podría haber salido peor, que podría haber salido más tóxico, mucho más.

En el fondo Louie tiene razón y sí que tiene cosas que deberle a Alistair. Gabe podría haber sido peor. Al menos tiene un techo y una cama para él solito.

Suspira mientras el reloj marca las cinco de la mañana y se sorbe la nariz, augurando el resto de lo que le queda de noche en vela, preguntándose por qué se pone las noticias y no la MTV. Igual es por no ver Sixteen and Pregnant. Eso sí que le da pena.

Las reposiciones del canal 24h tienen algo de amargo en los bordes de la imagen, un aire de novedad que ya no lo es, todo lo contrario a releer un libro, porque releer un libro es reencontrarse con un buen amigo, un puñado de letras conocidas a las que regresas porque te marcaron. Una redifusión en la cadena de noticias a Gabe le hace removerse en su asiento y llorar por cosas que prefiere no entender. Siempre eligen las peores para sus noches en blanco.

Le da a un par de botones al azar y acaba en un canal de música que no le suena de nada (seguro que es cosa de Lester, porque Lester se traga todos los vídeos musicales del mundo sólo porque así corroboro que todo lo que se escucha por ahí es mierda) pero en cuanto ve que esos que empiezan a tocar en un vídeo tan raro son Foster The People hace una mueca y cambia a otro. Ah, Kanye West. Ah. Mucho mejor.

(Es gracioso porque sin toda esa mierda hipster y toda esa puta manía de las ovejas esas con gafas de pasta de ir a tiendas a las que antes sólo iban los que escuchan buena música y algún que otro OVNI no hubiera empezado todo esto, todo esto que es tan nuevo.)

No sabe por qué, pero acaba viendo las noticias otra vez cuando empiezan a poner a Madonna. En algún momento entre el testimonio de unos niños de un orfanato sobre la visita de no-sabe-quién y las imágenes de un ComicCon se queda dormido, con las mejillas casi secas y la capucha aún puesta.

((Sale a las ocho de la mañana como un fantasma, un fugitivo, un nudo en el estómago, gotas de agua enredadas en su pelo y una camiseta que le gusta bastante, y cuando Eric le pregunta, todo ojos castaños y preocupados, que qué le ha pasado, está a punto de echarse a llorar y contárselo todo, desde el principio.

En su lugar le sonríe de medio lado y se sube al coche por la puerta del copiloto, dejando caer que hoy seguro que no me dejas conducir, ¿verdad, mister Gafapasta?))

martes, 9 de julio de 2013

Los que hundimos barcos luego volamos alto.

Y era una tarde tonta y caliente,
de esas que te quema el sol la frente.
Era el verano del noventa y siete,
y yo me moría por verte.

El calor era espeso y casi líquido entre los pocos turistas que poblaban terminal. A Gato siempre le había parecido que no hay nada más triste que un aeropuerto semivacío, pero ahí estaba, sentado en un incómodo asiento azul, con una bolsa de deporte desvencijada entre las piernas.

Le habían dicho que sería pelirroja y no le habían dado más señas.

Y allí estaba ella. Caminaba con unas botas acordonadas hasta la rodilla pese a la temperatura, de un negro que absorbía la luz, o casi, y llevaba un trozo de tela que. siendo amable, podría llamarse camiseta y que le cubría casi hasta el ombligo. El nombre del grupo de música estaba tan borrado que ni se adivinaba. Indecente. Tanto como los shorts rosa chicle que dejaban ver los prominentes huesos de la cadera, uno cubierto por una tirita y el otro tatuado. Un tigre en blanco y negro. Gato tragó saliva. Allí estaba ella.

Había un problema. Le habían prometido una pelirroja y Gato distinguía muy bien el rojo del castaño claro. Pero ahí estaba, plantada delante de él. Porque era ella, y el tigre parecía casi amenazante. Sonreía.

-No eres pelirroja. -Porque Gato era muy bueno saltando tapias y sobreviviendo pero su elocuencia era escasita.

Ella se rió.

-Sigue sin ser una de las peores frases para ligar que he oído. Con un par de meses hasta podría encontrarte a alguien que no entendiera el idioma para que te echara un polvo.

Se llamaba Rina. Rina Bourbon. Y tenía historias que contar.


jueves, 4 de julio de 2013

Límite

(Aguanta, aguanta el tipo, pequeña. Aguanta porque es lo que se espera de ti. Aguanta, aguanta el tipo. Que no vean que te rompes. Que no vean que estás loca. Aguanta porque es lo que te enseñaron. Aguanta porque no sabes hacer otra cosa.)

Tienen los ojos igual de grises y se miran directamente, sin cortinas de humo. Entre bambalinas (o apoyado en el marco de la puerta), Louie se muerde las uñas. Gabe contiene la respiración. Laura está enfadada y Cher, la pobre Cher, no entiende nada. Como siempre. Tienen los ojos igual de grises y él casi se está riendo cuando dice que

-Tienes razón. Eras una buena madre.

(Y ella aguanta, aguanta el tipo. Lo aguanta por el resto aunque no lo reconozca. Lo aguanta porque es lo único que puede hacer. Aguanta el tipo y, por enésima vez, jura venganza.)