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Ghost. We're all haunted here.

sábado, 30 de marzo de 2013

(nobody said it was easy.) (nobody said it was imposible.)

Hay un momento en la vida de todo hombre (y leamos por hombre cualquier clase de personificación antropomórfica, ya sea varón, mujer, un par de gemelos que responden a Ciro y Andreas o a Belcebú y Lucifer, una pelirroja que aspira a persona normal o a persona a secas, o una especie de chico que mide uno sesenta y tiene por cerebro un pez de colores) que uno empieza a preguntarse una serie de cosas.

Puede que el momento sea ahora, que son las cinco de la mañana y dormir ha pasado de ser imposible a ser para cobardes y que le pica la cicatriz a la altura del codo. Ahora que se le ha fundido el flexo, no le quedan donuts y está cansado de preguntarle a la oscuridad si hay alguien ahí y que no le contesten ni las musarañas.

La luz de la pantalla del ordenador se desparrama sobre los azules de los vaqueros. Podría estar viendo porno de caracoles, o porno normal. O fotos de estrellas de mar. O alguna clase de peli que sobrepasa la imaginación perturbada de cualquier guionista de pelo graso y tres gramos de cocaína dentro. Todo puede ser, pero el caso es que tiene el radiocasette encendido y el altavoz del ordenador apagado, por si las moscas o por si los pocos fantasmas que caben en un piso tan pequeño y tan vacío se acercan a su puerta cerrada. Que prefiere que se crean que está escuchando ABBA.

Se empieza cuando uno intenta aclararse. O la gente no cambia o dar oportunidades, una detrás de otra, no es peor idea que dejar de darlas. Igual las dos cosas son igual de horribles, pero el vicio le empezó con la mano abierta que le tendía un hermano mayor que ya le odiaba después de empujarlo contra el ancla. Quizás sea un vicio de los bonitos, casi, no como el cenicero a rebosar y la espiral de humo haciendo daño a la calma hueca que quería reinar antes de que se rebelara Lucky Strike.

Como por ahí no sirve, casi le sale mejor decidir si está en paz consigo mismo. Pues oye, va a ser que sí, que así el efecto a su alrededor es el mismo pero él duerme un par de horas más y mejor.

Las amenazas son pequeñas fuera porque él es pequeñito y un personaje secundario.
¿Las amenazas fuera?
¿Entonces las amenazas están dentro?

El momento en el que decides que el enemigo (el mayor enemigo) eres tú mismo no es ahora, es con la primera peli de acción que ves, o con Star Wars.

La cosa no es que el enemigo seas tú. El quid de la cuestión es
¿importa?

Ah.
No.

-Pues entonces, al fin y al cabo, no se está tan mal.

(Ésta es la respuesta, lo sepa o no, de Xerxes Eidos a la pregunta ¿eres feliz? Ésta y no volver a abrile la puerta a ningún representante de ninguna clase de Salvación Eterna.)

Fuera, el desierto se extiende hacia todas partes, y la lluvia nunca llega. Comer metáforas y tristeza es mala idea para todos pero nadie quiere ser peor que los demás. A él no le duelen las heridas porque ya no hay agua marina con la que sanarlas. Él sonríe, porque siempre sonríe, y cuando la oscuridad responda no hay nadie aquí, él dirá bueno, y qué.

jueves, 14 de marzo de 2013

y al fin y al cabo, qué mas daba.

Había tenido diecisiete años en algún momento. No sabía exactamente cuándo, porque se había estancado en los quince unos dos años, y luego había saltado a... No, en realidad no. Se había estancado en los quince y se había quedado ahí mucho tiempo.

Sus diecisiete, entonces, brillaron por su ausencia. Como los dieciséis y los dieciocho. De tener diecinueve había sido más consciente, ves, porque eran diez-y-nueve y era alguna clase de broma personal suya, de sonrisa retorcida y cicatrices aún frescas. Pero a los diecinueve eran tan caótico como siempre, así que nunca importó.

La gracia estaba en que era un cabrón profesional que una vez tuvo diecisiete años. Fueron un brillo de nada, un destello de hojalata vacía, una carrera descendente hacia el estrellato estrellado que fueron sus dieciocho años. Duró un segundo, y él jura que fue el peor de su vida. Después, dejó a su novia y se largó a otro continente. A sacarse el doctorado en Cabronismo, supone todo el mundo. Él dice que es porque le había gustado el culo de Dave (aunque luego hubo que pegarle un tiro).

La gracia está en que tuvo diecisiete años cuando ya había cumplido uno más.

Y como era un puto cabrón que bebía té y se quejaba de que supiera a alquitrán, como era un puto cabrón que se reía de ti desde tu propia cabeza, como era un puto cabrón que no tenía un plan establecido y no seguía el de nadie, como era un puto cabrón que sólo. Quería. Que le dejasen. En paz, cumplió veintiuno el septiembre del año que cumplía veinte.

Y fue exactamente igual que cuando cumplió diecisiete. Fuegos artificiales vacíos, un nanosegundo de vértigo, raíles que no llevaban a ninguna parte. Y él, destrozado, la boca llena de sangre (una muela menos), los pies doloridos (pero los dedos, los de siempre), el culo apoyado en una silla incómoda (agujetas, seguro) y la misma sonrisa demasiado alargada de siempre (que gritaba no te fíes de mí, pero a la que nadie hacía caso). Menudo recibimiento de mierda. Pero ahí que estaba él, en la sala de interrogatorios más cutre, con su camiseta más horrorosa y un agujero en el vaquero, a la altura de la rodilla. Le molestaba una costilla, pero había conocido a alguien que pegaba más fuerte. No le dolería la cabeza si no lo hubiese comentado en voz alta.

-Si os creéis que soy a quién queréis, sois los putos peores investigadores que he conocido en mi puta vida.

Ese día sonrió a la muerte y salió venciendo, como siempre. Él decía que era un superpoder, Colin opinaba que no era más que un cabrón con suerte. Al fin y al cabo, venía a ser lo mismo. Nadie fue a salvarlo esa noche, pero eso fue porque no lo necesitaba.

Y ahí estaba la gracia. ¡Tachán! Ha llegado a su destino, el fondo. Y era exactamente igual que la superficie. Todos le necesitaban, y él, por no necesitar, no se necesitaba ni a sí mismo. Nadie a quién enfrentarse, nadie que le reprochara nada. Nadie que lo salvara.

Y lo peor de todo era que el muy gilipollas tenía un segundo nombre que significaba esperanza.

martes, 5 de marzo de 2013

(everybody's smoked)


There's beasts
And there's men
And there's something on this Earth
That comes back again
 
Lo habían llamado de mil maneras pero no creía en los nombres. Hacía poco que había empezado a creer en las palabras. Y ni siquiera eran todas.

Estaba hecho de fuego y era un poco triste que fuera cierto. Hubiera ardido cada vez  que alguien encendía una cerilla. Cazaba mentiras como quien cazaba luciérnagas. Las tenía todas guardadas en un viejo bote de mermelada de moras. Siempre había sitio para un par mas.

(No creía en las luciérnagas.
Se parecían a los mosquitos.)

Ardería hasta el final, pero no creía en los grandes propósitos. No creía en los héroes. Pero tenía unos cuantos parches que podrían haber contado una buena historia. Pero es que él no era interesante. No lo había sido nunca, hombros de pájaro y demasiados rizos azabache. Seguía sin saber de qué color tenía los ojos, pero creía en las estrellas y tenía su propio universo en los brazos. 

(No creía en los finales.
No creía en la muerte.
Porque nunca llegas a verla.

No era un descreído.
Pero no creía en nada.)

No dolía. Quemaba, hacia dentro. Carbonizaba, hacia fuera. Le brillaba el sarcasmo en las pupilas. Pillaba las bromas de Louie a la primera. Cuentan que una vez Sunday le salvó la vida. Él se la salvó a ella cinco. El cinco era el único número en el que se podía creer.

Bailaba sobre las brasas.

No creía en la música. Llevaba una bala colgando del cuello. El amor era como los accidentes graves. Sólo les pasaba a los demás. Mejor. Pero se podía tocar. Mejor todavía.

(No creía en Dios.
Porque todo ardía.)

La noche en que se quedaron atrapados con el frío quemó el diccionario que Jeff arrastraba a todas partes. Porque los libros ardían mal pero no se podía creer en los diccionarios, porque las palabras no se explican con palabras.

(No creía en los aves fénix.
Y eso que decían que era uno.)

Había tenido un pasado, de eso estaban seguros. Tal vez no lo supiera nadie. O tal vez sí, porque el borde derecho de la sonrisa de Sunday Boss era muy listo. Pero él no era interesante. No lo había sido nunca, nudillos grandes, ceño fruncido. Seguía sin saber de qué color tenía la mente, pero creía en el azul oscuro. No era interesante. Si le hubieran dejado incendiar el mundo, se hubiera quedado a mirar.

(No creía en las Grandes Hazañas.
Pero podía escuchar una Gran Historia.)

Pirómano. Lo había perdido todo y hubiera quemado el resto. No lloraba a sus muertos, porque ya no estaban y ya no existían. Decían que era imbécil. No sabía escribir. Decían que era muy listo. Pero nunca dijeron que fuera interesante. Nunca fue el suyo un cuento que quisiera ser contado.

Y sin embargo, era el mejor de todos.


Well you can't say (you can't say)
That my soul has died away (yay-yay-yay-yeah)