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Ghost. We're all haunted here.

jueves, 15 de agosto de 2013

Mejor ser un extraño que no uno más del rebaño

No empuje señora bajo en la próxima que ni usted es marquesa ni yo un miserable
mi generación suele ser más amable, más criticable
pero no escuchamos a nadie
cuando nos falta cariño es como si nos falta el aire

El metro aprisiona y aprisiona y a Laura le gusta lo suficiente como para relajar los hombros, allí, bajo tierra y rodeada de cuerpos anónimos, metida en un tren, lejos y lejos del cielo abierto.
A Lester el metro le es indiferente, como casi todo lo que le gusta a ella un poco más de un poco, pero ahí está, su cuerpo recostado en una barra de manera casi imposible, una cresta desafiante y ropa negra, una sonrisa de bobalicón mientras distrae a todos los incautos que se dejan distraer por un chico demasiado poco común y una chica mediocre que discuten a gritos sólo porque sí y de cosas que nunca son del todo mentira para ser una actuación.

En el mismo tren y nunca en el mismo vagón (una vieja estrategia), Gabe se está muriendo del asco. Se mueve como una culebrilla entre la gente y suspira y mete manos en bolsos y bolsillos como si no estuviera ahí, un fantasma encapuchado y con un mohín que en realidad sólo es una expresión de pánico corriente y moliente. La gente le roza al pasar, le pisan, le tocan y Gabe tiembla, pero hace su trabajo no (nunca) diligentemente pero sí con rapidez y sin quejarse, sobresaltado, asustado cada vez que una mujer de ojos demasiado amables o de expresión demasiado altanera le echa más de dos miradas, y mira que lleva años en esto pero nunca va a dejar de pasarle.

No somos ciegos cuando vemos humo es que hay fuego 
comentarios cuando llego sucias batallitas de ego, cuidao que 
no somos ciegos, diles que
donde vemos humo es que hay fuego
trampas en el juego

Cuando salen al exterior es Lester, el eterno Lester al que todo lo que le gusta aLaura le es indiferente pero todo lo que la agobia le molesta un poquito el que le acaricia la muñeca con dos dedos, un sólo segundo antes de limpiarse las lágrimas de risa por la enésima discusión falsa en el metro, una representación tan sencilla que si le dieran un Oscar por ella se lo regalaría a DiCaprio.

La reina de las cajas de zapatos mira el suelo y echa de menos su trastero, mientras Gabe se acerca con la mochila abultada y respirando hondo y nadie le toca, nadie se acerca a él porque necesita su espacio. Es rutinario, pero a Laura esa rutina le gusta y la agradece, bebe de ella como no bebería de nada más, y cada vez van más veces porque ella cuenta más que Gabe y más que Lester y es Alistair el que le dio el mando, y Alistair la quiere y la cuida como a una hija, y Laura jamás le ha agradecido nada a nadie que no sea a él.


(Esto es un trocito de Gas que no sé si acabaré incluyendo porque no me acaba de gustar, pero lo subo porque quería que conocierais a Laura, la reina de las cajas de zapatos y a Lester :)).)

jueves, 1 de agosto de 2013

Jaleo

Te invito a que cambiemos de planeta
y a dormir en las aceras.

El agua de la ducha se le ha quedado atrapada en el pelo negro y corto y se escapa ahora en forma de gotitas por la curva de su cuello y sobre el puente de su nariz, huyendo de la toalla o yendo a reunirse con la que le cuelga sobre el pecho. El piso en general es una mierda, pero en la ducha el agua sale caliente y  la presión es genial. Se mira al espejo y ha adelgazado y en realidad ese corte de pelo le queda mejor de lo que pensaba. Los ruidos de fuera podrían ser los gorjeos de un niño y una risa femenina, pero no. Porque no tienen niños y porque Laura no se ríe así, y a la otra no se la imagina riéndose (le da un poco de miedo, la otra, porque la mira como si fuera un animalito, como si le dijera entretenme).

Louie está sentado en su cama con esa sonrisa alargada y los tobillos cruzados, unos vaqueros y una camiseta con el nombre de un grupo que ella no ha visto en la vida. Se ríe de su susto y añade, mientras le da vueltas a un mechero entre los dedos que

-Joder, podría haberse caído la toalla, ¿no? Me hubieras hecho feliz.
-Vete a la mierda, Louie. -Se está poniendo roja en la zona de los pendientes y en la base del cuello, y si no hiciera tanto frío las mejillas y la barbilla también. Es sólo cuestión de tiempo, en realidad, que se ponga roja como un tomate por encima de la tela.-¿Qué quieres?
-¿Te vienes de fiesta?

Los ojos de Cher se agrandan un poco en las comisuras mientras alza una ceja, porque sí, sí que quiere salir, claro que quiere salir, que ella nunca ha salido por la ciudad, pero se supone que no pueden en un par de semanas.

-No podemos.
-Yo sí. -Las cicatrices sonríen y él también.- Así que si sales conmigo, puedes.
-¿Viene Gabe?
-Nah, no le gusta el ambiente.

Y ya está. Es una pena porque a Cherry le cae bien Gabe, aunque la mire como si la odiara, porque mira así a todo el mundo y es un poco solitario y se ría con Louie de chistes privados en voz baja a las cuatro de la mañana. Intuye que es el más difícil de todos (excepto la otra, pero la otra sigue dándole algo de cosa) y que hay algo debajo de sus veinte sudaderas que late como si fuera un corazón y no acaba de serlo por entero. Pero no le gusta el ambiente y es Louie el que le deja espacio para que se vista y la espera en la puerta, y sonríe cuando la ve arreglada.

La lleva por ahí y se emborrachan y hablan un poco de todo, de los huesos de la cadera de Louie y de aventuras que supone nunca han pasado en realidad. Él le pregunta por sus amigos de Crenbay y es la primera vez que habla de ello sin problemas, porque comparten un cigarrillo en la puerta de un local bastante sucio y es muy fácil hablar con él cuando se agacha un poco y te mira a los ojos y te sonríe, o te pone una mano en la cintura de esa manera que sabes que está ligando pero te da un poco igual. Es fácil y es fluido y es un poco lo que ella estaba buscando cuando se largó de casa.

También le saben los labios a esa libertad seca, a tabaco y a alcohol, y sigue con la mano en su cintura cuando llegan a casa, y se ríe entre sus sábanas, pero los ojos le dicen no te olvides de que soy un cabrón y no te esperes nada mañana, y a Cher le da enteramente lo mismo, porque ni lo quiere ni lo esperaría, y ya lo sabe, así que se deja clavar en el colchón y luego se duerme tranquila, el sabor del alcohol y de la piel de Louie en el fondo de la garganta, un sonido de tacones ahogados a lo lejos y él yéndose a su habitación.

La mañana siguiente se escucha turbia -una voz de soprano llena de reproches, la risa ronca de Louie en un desafío y los pasos ligeros de Gabe saliendo por la puerta como intermedio- entre sus sábanas, pero no se mueve hasta mediodía. Para qué.