Para algunos de vosotros no era más que un juego, ¿verdad? Una broma, un chiste más de aquella espalda cicatrizada como un mapa, de aquellos dientes afilados que convencieron a una hermana pequeña que era explosiva y se dejaba arrastrar para que comprara sueños a cambio de su pólvora. Una necesidad, la búsqueda incesante de un ancla, algo que hacer para un niño perdido que todo el mundo había olvidado. Fuego, para él, el que ardía sin llama, para que tuviera razones.
La culpa fue vuestra y fuisteis a su tiendecita de la esquina demasiado pronto, demasiado tarde, en situaciones demasiado diferentes, en busca de un puñado de salidas. Venderle el alma al diablo nunca es una solución.
Ciel siempre fue un alma en pena y siempre se ha arrepentido de lo que os hizo, y Dédalo se reía porque hubo algunos que se lo hicieron pagar. Sus jefes se vengaron cuando ellos volvieron llorando a casa como niños pequeños.
Hysteria Jazz entra al Gorges' y hay un reflejo de fatalidad en su pelo por debajo de las orejas y su falda sobria. Camisa blanca, tacones que suenan a cascos de caballo, una sonrisa que nunca llegará a serlo cuando nadie sabe quién es, cuando la sinfonola vuelve a estropearse y Colin se agarra con fuerza a la barra, como si se creyese que algo pudiera salvarlo. Danny y Felicidad se miran, qué hace una ejecutiva así en un antro como el suyo, pero ella se pide una cerveza, una cerveza de una marca específica que todo el mundo sabe que no tienen pero que el camarero le pone delante sin decir nada.
Una vez una puta, siempre una puta, ¿no, Flame?
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