violence becomes normal
when violence becomes entertaining)
(Antes de todo.)
En
sus cabezas todavía sonaba Another One
Bites The Dust mientras andaban con la lentitud de dos críos de quince y
medio y la chaqueta de cuero de Louie, que aún estaba más delgado entonces y
parecía un poco más pequeño, más insignificante.
Ya
le habían rajado la cara, pero las cicatrices no importaban nunca. Gabe usaba capuchas más profundas, y era más bajito (aunque le faltaban cuatro,
cinco centímetros para llegar a lo que mide ahora) y se habían rapado la cabeza
hacía poco. Todavía parecían empeñados
en creerse que no tenían sentimientos,
que podían con todo porque no había más normas que las que les venían
impregnadas en la piel, y en realidad ninguno tenía suficiente confianza con el
otro (todavía) como para reconocer en voz alta que la visión de los mechones
rubios de los dos (el pelo liso y muy claro de Louie entrometiéndose en los rizos color miel de
Gabe) les provocó una náusea extraña y sin sentido.
Louie
aún no entendía bien de simbolismos. Gabe
nunca había necesitado clases.
Llevaban
bates y cadenas porque eran sus únicos refugios reales. La hermandad que les
proporcionaba la violencia, el coche destrozándose por una razón (Louie lo decía con un fervor que a su mejor amigo se le
trababa en el fondo del paladar, aún entonces), los momentos brillantes del
porro de después, hablando de la cara oculta de la luna en un descampado en el
que refulgían las agujas de los junkies. Se miraban de soslayo, poco a poco,
mordiendo sonrisas con dientes mellados (Gabe) y la boca estirada (Louie). Eran
los mejores amigos y al principio sólo los unía el sonido de los cristales estallando, los golpes que daban y los
que habían recibido, y los que aún estaban por llegar. Eran los mejores amigos
aunque uno estuviera destrozado –reducido a polvo, trizas, añicos, cenizas- y
el otro retorcido por todas partes –estaba mal,
era terrible porque no sabías hacia qué
lado se iba a combar en ningún momento-, porque no podría haber sido de otra
manera, nunca, jamás.
(Luego
se hicieron mayores
y
Louie aprendió a sonreír como si no le importara
pero
lo peor que pudieron hacer nunca fue crecer).
Te lo comenté hace tiempo, cuando me lo pasaras, y el asunto sigue siendo igual: me da mucha penita este trozo así sin razón aparente y me ha dejado medio triste y eso. No sé. Me pone muy sensible.
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