La soledad del bar es casi tan amable como la de su minúsculo apartamento no muy lejos de allí. La oscuridad casi completa y una caja de cerillas cerca, la luz del cigarrillo todo lo que necesita en ese momento. Se está poniendo perdido de ceniza, porque siempre se pone perdido de ceniza y no pasa nada, que es lo que toca y lo que pasa siempre, como si los cigarros ardieran más rápido junto a él. Hay quien diría que todo arde más junto a él.
La soledad del bar es agradable, hasta que no lo es. Un crujido y un montón de recuerdos que nadie ha invitado que lo invaden como una marea, lenta, imparable. No es más que un crujido.
Pero Colin es un niño de seis años de la mano de su madre, con el pelo rizado sobre los ojos y un hombre altoaltoalto junto a él. Mike. El padre de Loras. Loras, que también está ahí, pequeñito y con esa mirada enorme que aún conserva, sentado sobre los hombros del (aún) novio de su madre.
Es algún tipo de manifestación, o un discurso, o cualquier otra cosa, porque hay mucha gente y él es muy pequeño y la mano de su madre es suave y firme a la vez contra la suya, y ella lo mira y le sonríe y es una sonrisa real, que reconforta y alienta, una sonrisa que Colin no ha visto en muchos años en la cara de Olivia. Oye voces a lo lejos, un ruido blanco que su yo de seis años y medio ni siquiera tenía en cuenta, y a Mike riéndose de algo. El recuerdo pincha en las esquinas y se clava fuerte en su cabeza.
Colin, el Colin real, más de quince años mayor, tose y se hunde las uñas en el antebrazo. Fuera, fuera. Fuera recuerdos. La piel se rompe.
Y Colin es un adolescente muerto de miedo, catorce años de piel y huesos que se gana la vida como puede (de esa única manera), una historia ligeramente más escabrosa por delante que acaba cuando estrella un coche en llamas contra un supermercado.
El torrente es rápido y frenético y si duele, duele de otra manera, no con nostalgia sino como si tuviera un lazo en la garganta, uno que aprieta y un peso extraño sobre los hombros (un viejo conocido). El recuerdo de la adrenalina y del coche y del fuego se queda en su cabeza un poco más.
Se apaga el cigarro en el brazo y aprieta los dientes, con fuerza. No, ya no, ya no está ahí. Contiene el aliento antes de que venga una tercera parte. Siempre hay terceras partes, Colin no cree en las treguas de su propia mente. Durante un rato no hay nada, nada excepto la claustrofobia y el humo disipándose poco a poco, hasta que el tercer recuerdo llega y
Y Ámbar Tyson está plantada justo frente a él, el ceño relajado y la mano izquierda en la cadera, el pelo teñido de rojo tan brillante como siempre. Lleva una chaqueta blanca remangada y hay una papelina en el suelo. Exactamente igual que la última vez que la vio. Porque esa es la última vez que la vio, a Ámbar Tyson, que le plantó el beso más raro que le han dado en la vida, antes de decirle que que le jodan al mundo, Colin, ya nos veremos en la próxima vida y saltar de la azotea.
Como siempre, lo que lo ancla al presente es el crepitar de la cerilla que se las ha arreglado para encender, raspándola a ciegas contra el borde de la caja. Se apaga rápido y entonces cae en la cuenta de que el ambiente se ha hecho mucho más pesado y denso, que no era sólo su imaginación y esa vocecilla que no se apaga nunca y que vive permanentemente en su cabeza y que ahora lo único que se limita a decirles es saldeaquísaldeaquísaldeaquí. Este, supone él, es el mejor momento para buscar una linterna o de preguntar un estúpido y tembloroso ¿hay alguien ahí?
Para qué, si ya lo sabe. Se termina la cerveza -que de repente está fría como el infierno- de un trago y se enciende otro cigarro, con calma, casi con parsimonia. Para qué, si ya lo sabe. Para qué, si busca otra cerilla y la prende y la sostiene a la altura de los ojos. Es mejor defensa de lo que parece, y él lo sabe o lo sospecha, por cómo frunce el ceño cuando ladra un
-Qué queréis de mí.
(Y es el momento para un cambio de planes.)
Esto... esto... ugh.
ResponderEliminarNo sé qué decir salvo que me ha dolido desde el coche hasta la azotea pasando por el cigarrillo.