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Ghost. We're all haunted here.

sábado, 4 de mayo de 2013

Los ciento cincuenta sueños rotos de Isaac y la pesadilla que seguía entera.

La flecha (era una flecha, Xerxes podía jurarlo aunque no se creyera que alguien pudiera emplear algo tan rudimentario, aunque no hubiera visto en su vida una flecha, aunque hubiera leído sobre ellas porque sí, Annie, ahora resulta que leo libros) se hundió en el hombro de Isaac nada más pisar el suelo polvoriento del almacén.

El eterno soñador sonrió. El hombre tranquilo miraba tan divertido como siempre, mordiéndose la cara interna de la mejilla y disfrutando del espectáculo de Annie, toda ojos pardos llenos de furia y una mueca que enseñaba los dientes afilados de tiburón, y de Pandora, un remolino de párpados caídos y agresividad por todos los poros, porque Dios nos libre de aguas mansas (y eso que no lo era); volviéndose locas. Nadie tocaba a su Isaac, al parecer. A Xerxes le hubiera dado envidia si sus heridas fueran anteriores a todo aquel desastre.

A ellas las sujetó él, porque su amigo no parecía tener muchas ganas de moverse (la flecha en el hombro, claro, cualquiera querría).

La chica rubia que estaba ahí, parada en medio de la nave con una mano en la cadera y una ballesta descansando en la izquierda, el pelo rubio cayéndole por la espalda de tal manera que a Xerx le entró vértigo y la expresión desencajada. No había más flechas. Bueno.

El suspiro hubiera sido general, entre ellos y los Rebeldes, si no fuera porque la chica arrancó a correr hacia Isaac. Si no fuera porque levantó el polvo en cada zancada y aún levantó más cuando lo tiró al suelo, pegándole con fuerza.

Él se dejó golpear como siempre admitía el primer golpe, sin devolverlo y sin moverse. También soportó el segundo, y el tercero, e incluso el cuarto, aunque su mandíbula soltó un crujido no muy halagüeño. Casi le hacía gracia, al muy cabrón, o al menos lo parecía. Tenía un reflejo de sonrisa hacia la derecha (¿o hacia la izquierda?). Ella gritaba. Se desgañitaba mientras su puño se alzaba y caía, en un ritmo casi frenético.

-ISAAC TURNER ERES UN GRANDÍSIMO HIJO DE PUTA.

El eterno soñador terminó de sonreír y se incorporó -no parecía importarle ni la flecha, ni la sangre de la nariz, ni el ojo que iba a cerrársele, ni una rubia de estatura media vestida de cuero que estaba sentada sobre su estómago- sobre los codos.

-Eh, C. Se supone que esa es la idea.

Nadie suspiraba de alivio, excepto esa nota discordante y minúscula que era Xerxes. Pandora se desinfló pero sus ojos seguían pidiendo explicaciones. Annie tenía preguntas brillándole en la punta de una lengua, como siempre. Lo que el resto no sabía es que jamás llegaría a escucharlas, porque las preguntas que Annie le hacía a Isaac, las preguntas de verdad, que prometían el derecho a obtener respuestas a cambio, las hacía a solas.

Casi pareció que la chica se echaba a llorar antes de soltarle otro puñetazo. Isaac le plantó un manotazo en la frente, quitándosela de encima como si no fuera la primera vez que lo hacía.

Siempre habían sabido que Isaac tenía historias que contar.

2 comentarios:

  1. Me suenan a mí de algo estos chicos...

    Muy bien, An jaj. Y muy buena forma de terminarlo.

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  2. Me encanta oficialmente Isaac, de esa manera exasperante en la que quieres soltarle un guantazo para ver si se le perturba la calma al idiota.

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